Heródoto
fue un historiador griego, nacido hacia el 480 a.C., en Halicarnaso,
ciudad doria situada sobre Caria, en la costa Sudoccidental de Asia
Menor. En muy poco tiempo conoció el exilio en Samos, con motivo de
la revuelta, por el intento de derrocar al tirano que gobernaba en
Halicarnaso, en la que murió su tío Paniasis. Volvió a su ciudad
natal 10 años después.
Viajó
por el Oriente Medio, sobre todo Egipto; en torno al Mar Negro hacia
el norte; y también por Grecia continental. Murió sobre el 420
a.C., en Turio, aunque otras versiones apuntan a que murió en Atenas
justo al comienzo de la guerra del Peloponeso cuando se disponía a
viajar a Turio.
Sus
viajes y el resultado de sus investigaciones le permitieron escribir
una obra, a la que llamamos Historia. Sus Historias fueron divididas
posteriormente en 9 libros, cada uno está encabezado por el nombre
de una de las nueve Musas. El objetivo de esta obra es el de evitar
que los hechos de los hombres se borren y dejen de ser contados. Los
cuatro primeros libros consisten en relatos de los otros, los no
griegos (lidios, persas, babilonios, masagetas, egipcios,
escitas...). Mientras que los cinco últimos tratan principalmente
sobre las guerras Médicas.
Aunque
la obra de Heródoto alcanzase gran fama en la Antigüedad y se
propagase rápidamente por toda Atenas, obtuvo numerosas críticas y
ataques. Así Heródoto fue al mismo tiempo padre de la historia y
padre de la mentira.
En
el libro IV, Melpómene, Heródoto trata sobre los escitas.
Principalmente narra la expedición de Darío contra los escitas como
represalia por su invasión a Media. Con la denominación escita, los
griegos englobaban a todos los pueblos nómadas, o parcialmente
sedentarios, que vivían en las zonas de las estepas, sobre todo en
la zona que lindaba con colonias griegas en el mar Negro.
Los
primeros capítulos (1-4) constituyen una introducción en la que se
expone el motivo de Darío para la invasión de Escitia: castigar a
los escitas por su invasión de Media. Estos tras veintiocho años de
ocupación abandonaron esos territorios y regresaron al suyo.
Críticos modernos han propuesto diversas hipótesis sobre la
expedición de Darío sobre los escitas: que la expedición tuviera
el objetivo de conquistar Tracia, cosa que consiguió; o que Darío
pretendiera conquistar todo el mar Negro por razones económicas.
A
continuación (5-15) Heródoto propone cuatro versiones sobre el
origen de los escitas. La primera, contada por los propios escitas:
“[…]
En aquella tierra, a la sazón desierta, nació un primer hombre cuyo
nombre era Targitao. Y aseguran […] que los padres de tal Targitao
fueron Zeus y una hija del río Borístenes.1[…]
Targitao tuvo tres hijos: Lipoxais, Arpoxais y Colaxais. Durante el
reinado de los tres hermanos, se precipitaron de lo alto del cielo
unos objetos de oro (en concreto, un arado, un yugo, una sagaris2
y una copa), que cayeron en Escitia. El hermano mayor, que fue el
primero en verlos, se acercó con el propósito de apoderarse de
ellos; pero, al aproximarse, el oro se puso al rojo. Cuando se alejó
el mayor, se dirigió a ellos el segundo, pero el oro volvió a hacer
lo mismo.[...] cuando en tercer lugar se aproximó el benjamín, se
extinguió la incandescencia y el muchacho se lo llevó a su casa.
Ante estos prodigios, los hermanos mayores convinieron en entregarle
al menor la totalidad del reino.
Pues
bien, de Lipoxais descienden los escitas que, en razón de la tribu
que forman, reciben el nombre de aucatas; del mediano, Arpoxais, los
que reciben el nombre de catíaros y traspis; y del menor de los tres
hermanos, de su rey, los que reciben el nombre de parálatas. Ahora
bien, todos ellos son denominados genericamente escólotos, en virtud
del nombre de su monarca, y han sido los griegos quienes les han
impuestos el nombre de escitas.”3
Podemos
ver que hay una distinción entre tres clases sociales distintas: el
arado y el yugo simbolizan a los agricultores, la sagaris a los
guerreros, y la copa a los sacerdotes. El hecho de que uno de los
hermanos pueda apoderarse de todos los objetos (el yugo, el arado, la
sagaris y la copa), nos indica que los escitas estaban bajo una
monarquía. Una pregunta que nos podemos plantear es, ¿cómo dice
Heródoto que Targitao era rey si era el único habitante de
Escitia?. Probablemente sería el fundador de una raza dominante que
reinaba sobre un pueblo vasallo. Las cuatro tribus mencionadas por
Heródoto no aparecen citadas por ningún otro autor antiguo, además,
no son nombres étnicos sino que designan tipos funcionales de
hombres según dónde se encuentran.
La
segunda versión procede de los griegos del Ponto y cuenta como
Heracles, mientras arreaba las vacas de Geriones4,
llegó a una tierra que en la actualidad ocupan los escitas. Pues
bien, mientras Heracles dormía, sus yeguas, que se encontraban
desatadas, desaparecieron inesperadamente. Después de recorrer todo
el país, Heracles llegó a una cueva en la que encontró a un ser
biforme, mitad mujer, mitad serpiente, que le prometió devolverle
sus yeguas a cambio de que se uniera a ella.
“«Mira,
yo te he guardado a buen recaudo estas yeguas que hasta aquí
llegaron, pues tú me has proporcionado una recompensa por ello, pues
me hallo encinta de tres hijos tuyos. Indícame lo que hay que hacer
con ellos cuando sean mayores; es decir, si los instaló aquí (pues
soy la única soberana de esta región), o bien los envío.»
[…]. «Cuando
veas que tu hijos se han hecho unos hombres, si haces lo que te voy a
decir no cometerás un error: permite que fije su residencia en esta
región a aquel de los tres a quien veas que tiende este arco como yo
lo hago y que se ciñe este talabarte con mi misma pericia; en
cambio, haz salir de ella al que sea incapaz de llevar a cabo las
tareas que ordeno.»”5
Los
griegos califican esta versión como una forma de representar los
lugares remotos en los que se encontraba el pueblo escita, además de
presentar a Heracles como un viajero, que exploraba hasta los más
recónditos lugares. El historiador francés François
Hartog
califica esta versión de “chapucería realizada por los griegos
del Ponto”.6
Las
dos últimas versiones tienen en común que no se refieren al origen
de los escitas, sino a su llegada a la tierra llamada Escitia. La
primera versión, es suscrita por Heródoto y cuenta como los
escitas, siendo nómadas, huyendo de los masagetas, cruzando el
Araxes invadieron otro país ocupado por los cimerios, quienes se
dividieron en dos bandos (el pueblo y los reyes), ya que los primeros
querían huir y los segundos no querían dejar su tierra a los
escitas. Según esta versión, los escitas serían nómadas
procedentes de Asia.
En
la otra versión, son perseguidos también, pero esta vez por los
isidones, que a su vez fueron expulsados por los arimaspos.
¿No
podrían estas cuatro versiones confundirnos respecto al lugar dónde
se instalan los escitas?. ¿Dónde queda realmente Escitia? Hérodoto
tenía una visión del mundo completamente diferente a la real.
Según
Heródoto “los escitas nómadas habitaban en Asia” y
penetraron en Cimeria, que sería Europa, perseguidos por los
masagetas. En Cimeria, dónde se hallaría Escitia, irían tras los
cimerios y penetrarían en Media en su persecución, dónde
dominarían a los medios durante 28 años e imperarían en Asia.
De
lo que no se están dando cuenta los escitas, es que están pasando
de un continente a otro siendo perseguidos o persiguiendo a otros.
Heródoto afirma que los escitas son nómadas que habitaban en Asia y
que luego penetrarían en Cimeria, que sería Europa y que después
persiguiendo a los cimerios volverían a entrar en Asia.
Por
otra parte podríamos afirmar que si Escitia está en Europa, los
escitas serían europeos, pero ya desde el principio Heródoto nos
deja claro, que son nómadas de Asia. Así los escitas se
caracterizan por su movilidad, aunque la guerra contra Darío los
fije en Europa.
Los
escitas más próximos al Ponto Euxino, concretamente en el puerto de
Olbia9,
serían los calípidas o llamados escitas helenizados. Al norte de
estos escitas, viven los alizones y más al norte los escitas
labradores, que siembran trigo para venderlo. Entre el río
Borístenes y el río Panticapés, residen los escitas agricultores,
que a diferencia de los escitas labradores, se dedicaban a la
agricultura en general. Al este de los escitas agricultores viven los
escitas nómadas, que ni siembran ni cultivan. Por último, al este
del río Gerro, habitan los escitas reales, a los que se les
considera los más valientes y numerosos. Se dice que estos escitas
son los que gobiernan a todos los demás.
En
cuanto al clima de Escitia, Heródoto nos dice que “el invierno
dura ininterrumpidamente ocho meses al año y en esos parajes durante
los cuatro restantes hace, asimismo, frío”.
Por
lo que se refiere a las divinidades y rituales religiosos de este
pueblo señalaré que solo ofrecen sacrificios a los siguientes
dioses: principalmente a Hestia10,
después a Zeus y a Gea, tras estos dioses a Apolo, Afrodita Urania,
Heracles y Ares. Sacrifican todo tipo de ganado y también caballos,
y no emplean jamás cerdos, como tampoco los crían. Sin embargo, hay
que señalar que al único dios que ofrecen sacrificios humanos es a
Ares, escogiendo de entre sus enemigos que capturan con vida a uno de
cada cien. Como tampoco tienen por norma erigir imágenes, altares,
ni templos, salvo en honor a este mismo dios. Esto puede deberse al
carácter nómada de los escitas. En comparación con los griegos
que, mediante las vísceras de los animales que sacrificaban en honor
a los dioses, ejercían el arte de la adivinación, hay que decir que
entre los escitas hay numerosos adivinos que ejercen este arte
mediante varas de mimbre.
Otro
rasgo del nomadismo de los escitas es el momento de enterrar a sus
seres queridos; montan los cadáveres en un carro y los llevan de
pueblo en pueblo hasta llegar a la zona del Gerro11.
La pregunta es, si los escitas son nómadas, ¿dónde entierran a los
muertos?. Los griegos, entierran a los suyos dentro de la ciudad; a
los héroes y reyes en el ágora o en las murallas de la polis para
que protejan las puertas de sus casas. Los escitas, por el contrario,
no teniendo un lugar fijo, hacen enterrar a los suyos en un lugar
remoto, para que en vez de proteger se protejan. En el mundo
helénico, los amigos y familiares se reunían en un punto para
honrar a los muertos, los escitas, hacen que los muertos “visiten”
a los demás escitas, llevándolos de casa en casa.
Después
de enterrar a los muertos, los escitas llevan a cabo un proceso de
purificación, mediante un baño de vapor, en el que “prorrumpen
en gritos de alegría”.
La
última cuestión sobre los escitas es la expedición de Darío
contra ellos. Tras los preparativos necesarios, Darío llega al
Bósforo, donde había hecho tender un puente cuyo ingeniero fue
Mandrocles de Samos, para cruzar a Europa (83-88). En el inicio de la
campaña, Darío ordena a su flota, compuesta por contingentes
jonios, eolios y helespontinos, que se dirijan al Istro y lo esperen
allí; él cruza a Europa con el ejército de tierra, somete a los
tracios y los getas, llega hasta el Istro y lo cruza por un puente de
barcas que había mandado construir también allí. Antes de
adentrarse en Escitia, encarga a los jonios que custodien el puente
durante sesenta días.
Los
escitas solicitan entonces la ayuda de los pueblos vecinos. Mientras
que algunos prometen ayudarles, otros deciden permanecer neutrales
(102-119).
La
campaña de Darío es contada en unos pocos capítulos (120-144). Los
persas no consiguen entablar combate con los escitas porque éstos
los evitan y tratan de atraer al enemigo al interior de su
territorio; sólo tienen lugar pequeñas escaramuzas que desalientan
a los persas.
Darío,
cansado de que los escitas huyesen, manda a un emisario a preguntar a
su rey cual es el motivo de su despliegue. El rey le envia a un
emisario repondiéndole “Hasta la fecha, yo jamás he huído por
temor ante combate alguno y, en estos momentos, tampoco estoy huyendo
ante ti. Además, en la actualidad no estoy haciendo algo distinto a
lo que ordinario solía hacer en tiempo de paz.[...] Nosotros no
tenemos ciudades ni tierras cultivadas que podrían inducirnos, por
temor a que fueran tomadas o devastadas, a trabar de inmediato
combate con vosotros para defenderlas. Ahora bien, si hay que llegar
a toda costa a este extremo cuanto antes, nosotros como es natural,
tenemos tumbas de nuestros antepasados. Así que, venga, descubridlas
e intentad violarlas y entonces sabréis si lucharemos contra
vosotros en defensa de las tumbas o si vamos a seguir negándonos a
presentar batalla.”13
Entonces
Darío decide retirarse con la élite de su ejército abandonando a
su suerte al resto de las tropas. Al darse cuenta, los escitas se
dirigen por una gruta más corta hacia el puente del río Istro para
convencer a los jonios de que lo destruyan. Milcíades de Atenas,
tirano del Quersoneso, se muestra partidario de hacerles caso y, así,
liberar a Jonia del yugo persa. Pero prevalece la opinión de Histieo
de Mileto, que convence a los demás tiranos de quedarse para ayudar
a los persas, pues éstos seguirían garantizando su posición es sus
respectivas ciudades. Una vez que los persas cruzan el Istro, Darío
atraviesa Tracia y llega al Quersoneso, desde donde pasa a Asia,
dejando en Europa a Megabazo al frente de las tropas para someter a
los que todavía no eran partidarios de los medos.
¿Cómo
se puede ser nómada y a la vez sedentario? Ya nos quedó claro
mediante múltiples ejemplos que los escitas son un pueblo nómada;
los entierros de sus seres queridos, su forma de rendir culto a los
dioses y el plan que siguen para no toparse con Darío enviando a las
mujeres y niños en carros hacia el norte, deja claro de que se trata
de un pueblo claramente nómada. Pero ¿no cuenta Hérodoto en la
primera versión que caen del cielo un yugo, un arado, un sagari y
una copa? El yugo y el arado son propios de agricultores, por lo
tanto de un pueblo sedentario. Pero esta versión al igual que la
contada por los griegos del Ponto hace referencia más al origen del
poder que al origen de los escitas.
Así
mismo, además de los escitas también hay otros pueblos que son
nómadas y existen diferencias entre ellos. Su dieta, sus costumbres
sexuales, los entierros, etc.
En
conclusión podemos decir que los escitas eran un pueblo nómada,
volviéndose algunos sedentarios, posiblemente buscando un
asentamiento por algunas dificultades como el impedimento de los más
viejos o los enfermos de seguir la marcha de los demás.
Notas:
13Heródoto
IV, 127.